4 de enero de 2010

AL AMIGO MÁS IMBÉCIL Y DESCONSIDERADO

Te escribo esta carta porque si te digo lo que tengo que decirte a la cara lo más probable es que te dé un puñetazo.
Estás desconocido. No te veo nunca. Sólo recibo nota breve o un e-mail apresurado cada tantos días. Entiendo que estás ocupado y entiendo que tienes a Bethany pero ¿y yo? Se supone que soy tu mejor amiga.
No tienes ni idea de los que este verano ha sido para mí. Desde niños hemos ahuyentado a todo aquel que podría haber sido amigo nuestro para quedarnos sólo tú y yo. No es que no quisiéramos a nadie más, es sólo que no los necesitamos.
Tú siempre me tenías a mí y yo siempre te tenía a ti. Ahora tú tienes a Bethany y yo no tengo a nadie.
Lamentablemente, parece que ya no me necesitas.
Me siento como esas personas que intentaban convertirse en amigas nuestras.
Soy consciente de que, como tú y yo en su momento, no debes hacerlo deliberadamente.
De todas formas, no me quejo por lo mucho que la odio, sólo intento deciros que te echo de menos. Y que, bueno…me siento sola.
Cada vez que me cancelas una cita termino quedándome en casa viendo la tele con mis padres. ¿Qué ha sucedido? ¿no puedes ser amigo de dos personas a la vez?
Ya sé que has encontrado a alguien súper especial y que tenéis un vínculo excepcional, o lo que sea, que tú y yo nunca tendremos. Pero tenemos otro vínculo: somos amigos íntimos.
¿O es que el vínculo con tu mejor amiga desaparece en cuanto conoces a otra persona? Puede que así sea, y que yo no entienda porque no he conocido a ese "alguien especial”.
Tampoco es que tenga demasiada prisa. Me gustaban las cosas tal como estaban.
Dentro de pocos años, si oyes a alguien pronunciar mi nombre dirás: “Rosie”. Hacia siglos que no oía su nombre. Éramos grandes amigos. Me pregunto qué andará haciendo ahora. ¡No la he visto ni he pensado en ella en años!"
Te parecerás a mis padres cuando dan una cena y hablan de los viejos tiempos. Se ponen a recordar algunos de los días más importantes de su vida y mencionan a personas de las que nunca había oído hablar.
¿Cómo es posible que mi madre ni siquiera hable por teléfono con la que fue su dama de honor hace veinte años?
O, en el caso de mi padre ¿cómo se entiende que no sepa donde vive su amigo íntimo del colegio?
En fin, lo que quiero decir (sí, pretendo decir algo concreto) es que no me apetece convertirme en una de esas personas a las que se olvida fácilmente después de haber sido tan importantes, tan especiales, tan influyentes y tan valoradas y que, años después, no son más que un rostro desdibujado y un recuerdo distante. Quiero que seamos amigos íntimos para siempre.
Me alegra que estés contento, lo digo en serio, pero me siento abandonada. Quizá nuestro momento ya pasó. Quizá ahora te corresponda pasar todo el tiempo con Bethany.
Y si tal es el caso, no me molestaré en mandarte esta carta. Y si no voy a mandarte esta carta ¿qué demonios hago escribiéndola? Bueno, se acabó. Voy a romper estos pensamientos confusos.


Fragmento tomado del libro: "Donde termina el arcoiris" de Cecilia Ahern

No hay comentarios:

Publicar un comentario